Perfiles
Alejandro Sabella
Tras los pasos de Pachorra
Alejandro Sabella es un entrenador dentro de una cultura donde existen cuarenta y cuatro millones de directores técnicos. Una sociedad donde el ansia le gana al trabajo, donde el resultado prima sobre todas las cosas. Como conductor del equipo argentino, siempre ha dicho: “no tengo una tarea fácil. Debo trabajar junto a periodistas, hinchas, jugadores y dirigentes para ayudar a que la gente vaya con otra predisposición a la cancha”.
A los 13 años, anudaba con gambetas a sus amiguitos del Barrio Norte de la Capital Federal con una pelota de goma que rodaba entre adoquines y tranvías. Al mismo tiempo, los fines de semana mostraba sus condiciones de crack a los adversarios del club San Martín y, a los 16, se fue a probar al club que más le gustaba: Boca Juniors. No entró “porque tenía un cuerpo muy pequeño”, según palabras del entrenador de la quinta división. “Después intenté en Racing y me citaron para el día siguiente pero no fui porque pensé que no iba a quedar” comentó “pachorra” antes de agregar: “Después fui a probarme a River porque el padre de un compañero en Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires (G.E.B.A.) me insistía”.
Al llegar al club de Nuñez vivió a la sombra de Norberto “Beto” Alonso. Allí jugó, salió campeón y se reservó algunas vueltas olímpicas para su regreso como ayudante de campo de Daniel Pasarella.
Desde los vestuarios de jugador de infantiles ya le decían “pachorra” porque le gustaba dormir mucho aunque, en momentos en que está al frente de un equipo, descansa poco y se levanta en las madrugadas para organizar estrategias del partido siguiente. El hombre que rige las cábalas a rajatabla, vistió una campera beige sin considerar que fuese invierno o verano asumiendo el regalo del Día del Padre como un fetiche que siempre debía estar. Y así fue, tanto que la utilizó en cada partido del Estudiantes de La Plata campeón local e internacional. En la final con Barcelona en Dubai debió vestir traje y dejar el fetiche en el banco de suplentes. El resultado final le dio la razón.
Silvana Rossi, esposa del entrenador, recuerda cómo se conocieron: “yo organizaba reuniones culturales para las mujeres de la familia pincharrata y lo veía pasar sin saber quién era hasta que un día él se me acercó y empezamos a hablar. Todo el mundo me hablaba de Sabella y yo no tenía idea de quién era. Ya hace casi cuarenta años de eso”. Corría una de las etapas gloriosas del club platense de quién después se haría hincha. “Cuando era chiquito, a Alejandro le gustaba Boca hasta que conoció River pero, al llegar al club, el amor de la gente lo terminó enamorado de Estudiantes” confesó la cónyuge.
Formó parte del cuerpo técnico que dirigió su amigo personal Daniel Pasarella desde las inferiores de River hasta clubes de México y los seleccionados nacionales de Argentina y Uruguay. El estilo de los equipos que dirige “Pachorra” es bastante variado. Reconoce que aprendió de Bilardo innumerable cantidad de cosas como que si la pelota parte de un saque de costado a favor no hay porqué dividirla. De Labruna rescató la confianza que le daba al jugador. De Vladimir Espinoza que el fútbol es una lucha por los espacios y que quien más rápido los ocupa gana. De Rubens Minelo que no sirve tener la pelota si no se patea al arco.
Desde lo humano, el 2 de abril de 2013 se produjo la inundación más grande la historia de La Plata dejando 89 víctimas fatales y miles de damnificados. Ni hablar de los daños materiales que aterraron a la ciudad de las diagonales. Alejandro, tuvo la suerte que el desbordamiento de agua llegó hasta escasos metros de su casa cito en Tolosa, uno de los barrios más golpeados. De todas maneras no se alejó de la problemática. Junto a su familia, "Pachorra" convirtió su hogar en un centro de asistencia para las víctimas, suspendió sus actividades y prepararon comida y hospedaje a los afectados que se acercaron hasta su puerta. Fue en silencio, sin prensa, sin fotos durante varios días. Aún hoy lo mantiene desde lo más íntimo.
En su primera etapa de jugador, compartió vestuarios con Roberto Perfumo quién lo definió: “Desde su debut nos dimos cuenta que él tenía todo para ser director técnico. Uno lo olfateaba en la cancha, en el vestuario. Ya era un técnico dentro del campo de juego. Se iba perfilando, era inteligente y le gustaba el orden y la responsabilidad". Al “pachorra” entrenador, lo que más stress le produce en su rol es la charla técnica porque dice que hay que tocar la fibra íntima del jugador para lograr un buen rendimiento. Aunque sea el mejor del mundo.
Alejandro Desábato, jugador de un Estudiantes de La Plata campeón, reflexionó de la llegada de Alejandro Sabella como técnico de Estudiantes de La Plata: “Nos encontramos con una persona muy correcta que nos decía que éramos un equipo que jugaba muy largo y que era predecible”. Con el tiempo, el mismo Alejandro recordó esa “primera charla” con los jugadores y dijo: “Me parecía que había que trabajar sobre lo anímico porque el momento no era bueno. Recuerdo haber hecho un planteo táctico pero la verdad es que en esa charla pretendía sacudir el avispero, trabajar en lo anímico”.
Su rutina a la hora de hablarle a sus dirigidos fue siempre la misma ya sea en Dubai, Brasil, Ezeiza o City Bell. El día previo al partido se reúne con el cuerpo técnico y prepara la charla antes de ir a su habitación y cuenta las horas que restan para la arenga. Al día siguiente, al levantarse, ya está pendiente del tiempo que resta para la platica. Al dirigirse hacia sus jugadores, Alejandro piensa que ellos tienen que sentir que está de su lado. Para ello interioriza la expresión de Jhon Fitzgerald Kenedy: “no pensar en qué está dispuesto a hacer el país por ti sino lo que tú estás dispuesto a hacer por tú país. En ese sentido y pregonando con el ejemplo, contestó a la pregunta sobre su regreso como D.T.: “No tengo pensado volver a dirigir, por lo menos hoy no lo pienso. ¿Por qué? No creo que pueda darle el 100% que uno les pide a sus jugadores. El día a día es demasiado exigente así que me parece que, si estoy bien, debería esperar un tiempito más para volver a pensarlo.
Gustavo Ruffo
Ricardo Barreda
Perfil de un asesino
Personaje frío y pintoresco con cejas tupidas y anteojos aparatosos que eran sostenidos por grandes orejas y una nariz prominente. De sus recuerdos magros, lo avergonzaba la avanzada edad que tenía su padre y le molestaba que le pregunten si era su abuelo. La infancia del femicida platense atesoraba memorias que lo marcaron como que su progenitor, que era militar, maltrataba ferozmente a su madre: le metía la cabeza en la bañera hasta que la madre comenzaba a patear.
Barreda tenía amantes y las trataba como novias adolescentes a las que mimaba con regalos, poemas de amor y no se molestaba en ocultarlo. El título universitario y una trayectoria profesional sin grietas obraban como escudo hacia cualquier exabrupto que pudiera cometer, incluso, sus conocidas infidelidades. En las reuniones, el odontólogo llegaba con su delgado cuerpo, apretando un cigarrillo con la boca y fama de mujeriego para irrumpir en las reuniones con bromas de mal gusto exhibiendo gestos de cortesía y buenos modales que lo hacía respetable ante sus vecinos. Era un “Don Juan” que inspiraba simpatía en las damas y respeto entre sus pares,
Alguna vez, su presunta vidente y amiga de toda la vida, "Pirucha" Guastavino, descubrió en la casa de Barreda un muñeco vudú lleno de alfileres que le dejaron “las amazonas”, como despectivamente llamaba a las mujeres que mató. La hechicera alimentó la idea de asesinarlas y él no dudó en considerar que su vida corría peligro. La serenidad del odontólogo sólo se rompía cuando hablaba de "esas" y se enternecía hablando de sus hijas al recordarlas cuando ellas eran pequeñas.
En su estadía en la cárcel, los compañeros de prisión lo eligieran como el encargado de contabilizar los recursos con los que contaban. El criminal cumplió la totalidad de su condena en mayo de 2016 y quedó libre. En 2015 había obtenido la libertad condicional pero, al poco tiempo, tuvieron que internarlo en un hospital de Pilar. Había estado en libertad condicional entre 2011 y 2014 y, previamente, entre 2008 y 2011 cumplió arresto domiciliario. Convivió con su pareja Berta "Pochi" André en un departamento del barrio porteño de Belgrano. En diciembre del 2014 el juez de ejecución penal de La Plata Rubén Dalto le revocó su libertad condicional porque consideraba peligrosa la convivencia entre el dentista y Berta, quien se encontraba con las facultades mentales debilitadas. Berta falleció en el mes de julio de 2015.
Gustavo Ruffo
Joaquín Nardillo
Una estrella suelta en el CCK
La voz se interrumpe y vuelve a hablar. Suena rasposa, eufórica, alegre. Pero cansada. Cansada de festejar. Ayer fue 27 de octubre de 2019 y Cristina Fernández fue elegida por el pueblo para ser Vicepresidenta de todos los argentinos a partir del 10 de diciembre. No es un hecho más en la vida de Joaquín Nardillo.
Estuvo festejando hasta tarde, ayer. La elección la vivió más tranquilo que las PASO porque su seguridad le decía que era imposible que se revierta semejante diferencia. Pero se sorprendió que las distancias se acercaran tanto.
Al acto festivo se movilizó con amigos y amigas de La Plata hacia el bunker. Sólo pudo pasar un ratito para codearse entre adeptos y regresar afuera con sus amigos que se perdían entre millares de almas asiladas en una misma causa. “Fue como que Argentina hubiese ganado un Mundial” brilló en la gola de Joaco antes que le regrese la voz rasposa festiva. La marea humana lo arrastró siete cuadras y lo rodeó con agrupaciones políticas y personas que se acercaron de manera espontánea.
El primer acto al que asistió fue en 2011, en la Facultad de periodismo. No fue un acto de Cristina sino la entrega del Premio Rodolfo Walsh al Presidente de Ecuador Rafael Correa. Hubo algo que le hizo ruido y era cuántas personas movilizaba la política. Después entendió que esa la única herramienta capaz de cambiar la vida de las personas, que era algo esencial y que a los que no le interesa la política no entienden cómo es pensar políticamente. Desde ese día estuvo cerca de ese proyecto político que desde 2010 identifica a Cristina Fernández de Kirchner como principal conductora
La conoció personalmente en el Colegio Nacional después de las inundaciones que anegó a la Ciudad de La Plata en 2012. Había un clima hostil, una puja rara entre Cristina, Scioli y Pablo Bruera. Él, Joaquín, se percibía fascinado de estar ahí aunque los cuantiosos chiflidos para el Intendente de La Plata le revelaron las internas que había dentro del poder, que todo no era color de rosa como él creía y que no todos son compañeros aunque se pongan la misma camiseta.
Logró estar muy cerca de ella y se hizo conocido de la gente que rodea a la exPresidente y vivió momentos fantásticos como la elección del 2017 que hizo la campaña paralelo a ella, con presencia casi completa en todos los actos, en todas las movilizaciones que se hacía recorriendo la provincia detrás de cada paso de la mandataria.
En su familia no había política. Él la introdujo en los temas del día en la casa de su abuela materna en las elecciones presidenciales del 2007 cuando estaba frente a la T.V. y se anunciaba que CFK había ganado las elecciones. Estaba viendo CQC y Mario Pergolini comentó: “¿cómo le vamos dar poder a una mujer?” y a Joaquín le pareció muy violento, muy machista y ahí empezó su interés por CFK. Recuerda que poco después vio una entrevista en que Beto Casella le preguntaba a la exPresidente por qué le gustaba usar zapatos caros y Cristina respondió: “¿me tengo que disfrazar de pobre para ser buena dirigente?”. La respuesta le pareció muy atractiva al devoto de Cristina.
Tiene fotos con Cristina. Las expone en sus redes sociales. Arriba del escenario en un acto, en el departamento de ella o en el Instituto Patria aunque su máximo fetiche es una estrella metalizada que cayó del cielo en la suelta de figuras de la inauguración del Centro Cultural Kirchner. A ella se le quedó enganchada durante todo el acto y al final del recorrido lo miró y se la regaló. Hoy posa en la mano del platense que muestra su satisfacción con los ojos brillosos y la voz rasposa.
Gustavo Ruffo