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Ella y Yo

Microrelatos sobre el desvarío.

Microrelatos sobre el desvarío

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Sin ella no soy yo

Llamé al doc a penas asomó mi mañana. No había podido dormir y estaba perdido en el tiempo, pero lo llamé. Debía cada día y todos los días llamarlo antes de empezar la jornada. En general no entendía por que, pero si a él le gustaba despertarse y comenzar el día con mi voz, a mí no me molestaba.

Y así fue. A penas abrí el primer ojo ni pensé en hacer otra cosa que descolgar el auricular del teléfono, marcar su número y esperar que  atienda. Como no respondió mi llamada antes del quinto timbre, colgué y volví a llamar como habíamos quedado. Al sonar el cuarto zumbido atendió… de mal humor.  No hice más que indicar mis futuras coordenadas aunque siguió molesto. Antes de colgar con un saludo poco cordial me recordó que debía llamarlo antes de comenzar mi día, pero no antes del comienzo del día de él… que era a las 7 de la mañana. Así que luego de alguna ofensiva verbal sostuvo que de alguna manera debíamos quitar esa demencia de mi cabeza. A lo que le contesté –no doc, sin ella no soy yo.

Su voz en mi conciencia

No se por que, pero siento que encuentro en ella la voz que me provoca y calma, incita y detiene, empuja y sostiene.

Alcanzo la monotonía de lo seguro y la libertad de lo incierto al escuchar que sus cuchicheos asoman en mi mente; y cuando sus rumores se filtran escuetos en mí, se me diluye la razón en cómodos silencios.

Su voz, señas y expresiones son una onda constante que zumban en mis sentidos… hasta que la agotada paciencia se hace presente y su palabra se lleva a ausente en susurros efímeros. 

Al amar

La observé al posar frente al espejo. Estábamos semi desnudos. Semi vestidos. Con la completa sensación que pronto seríamos uno. Ni ella y su fantasía murmurando en mi cabeza, ni yo y mi esquizofrenia deambulando en el amor. Yo la sentía tal cual como la soñaba. Yo la conocía distinta a como la describían. Yo la veía con los ojos que sólo yo la podía ver. Era mía, y no la compartía. La amaba y la obedecía.

La conocían, pero desde que la mencioné. La evadían, pero a ella yo me dejé someter.  La aludían pero no sabían por que. La querían tratar, pero yo no sabía por que.

Frente al espejo, pensé que debía ser un momento único. Un momento en que ella y yo nos despojemos de todo lo que otros ven en mí. Eso que aún en disidencia ajena, a mi me enamora. Eso que me hace sentir más hombre y me olvida de los comentarios. Eso que todo el tiempo me lleva hacia ella, y hace que ya esté bajando mi cremallera para poseerla.

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